Today we come to the end of the liturgical year, celebrating the magnificent feast of the Solemnity of Our Lord Jesus Christ, King of the Universe. Our readings provide contrasting images of this King of ours — He has authority over all, and yet, He is humble and tender in His care for us, especially the most vulnerable.
How can we properly honor and love such a King? By offering Him our very lives through the stewardship way of life.
The Gospel passage from Matthew shows us how. The passage begins with Christ’s own description of His Second Coming, “When the Son of Man comes in his glory and all the angels with him, he will sit upon his glorious throne, and all the nations will be assembled before him.” Then the moment of judgment will come. Some will be invited into the Kingdom of Heaven — the others to eternal punishment.
This judgment will be based not on how influential we became in society, how high we climbed the corporate ladder, or any “worldly” achievements. Rather our judgment will be based on how we treated the least of those around us, whom Jesus calls His brothers. “Amen, I say to you, whatever you did for one of the least brothers of mine, you did for me.” To make His point very clear, Jesus gives specifics — feeding the hungry, giving drink to the thirsty, showing hospitality to the stranger, and caring for the ill and imprisoned.
The more deeply we embrace the stewardship way of life, the more closely our priorities will align with His.
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Hoy llegamos al final del año litúrgico, celebrando la magnífica fiesta de la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo. Nuestras lecturas brindan imágenes contrastantes de este Rey nuestro: Él tiene autoridad sobre todos y, sin embargo, es humilde y tierno en su cuidado por nosotros, especialmente por los más vulnerables.
¿Cómo podemos honrar y amar adecuadamente a un Rey así? Ofreciéndole nuestras vidas a través del estilo de vida de mayordomía.
El pasaje evangélico de Mateo nos muestra cómo. El pasaje comienza con la propia descripción de Cristo de Su Segunda Venida: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los ángeles con él, se sentará en su trono glorioso, y todas las naciones serán reunidas delante de él”. Entonces llegará el momento del juicio. Algunos serán invitados al Reino de los Cielos y otros al castigo eterno.
Este juicio no se basará en cuán influyentes llegamos a ser en la sociedad, qué tan alto ascendimos en la escala corporativa o cualquier logro “mundano”. Más bien, nuestro juicio se basará en cómo tratamos a los más pequeños de los que nos rodean, a quienes Jesús llama sus hermanos. “En verdad os digo que todo lo que hicisteis a uno de mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Para dejar muy claro su punto, Jesús da detalles: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, mostrar hospitalidad al extraño y cuidar a los enfermos y encarcelados.
Cuanto más profundamente adoptemos el estilo de vida de mayordomía, más estrechamente se alinearán nuestras prioridades con las suyas.
We are reminded today that we will each be called to give an account for the gifts God has given us — our physical, intellectual and material gifts — as well as the gift of time itself.
Jesus illustrates this truth in our Gospel passage from Matthew. He tells the parable of a wealthy man who is about to go on a journey. Before he leaves, the man calls his three servants to “entrust his possessions to them.”
The master in our parable gives to the care of each servant a portion of his money (“talent”) commensurate with that servant’s abilities. The first two prove to be good and faithful servants — they “immediately” put the talents to use, doubling what had been entrusted to them. The third servant reacted to this responsibility with fear — in fact, he did the opposite. He hid master’s talent, burying it in the ground. He took the safe way, the easy way out.
What a tragic response!
This servant did not understand his master at all. He failed to see what a privilege he had been given. The master wanted to give all his servants the joy and satisfaction of helping him grow his kingdom. This is what our Heavenly Father wants for us, too — the incredible privilege of helping to advance the coming of the Kingdom of God.
Let us embrace the stewardship way of life, using all the gifts entrusted to us — Time, Talent, and Treasure — in such a way that at the end of our life on this earth, we will hear these words from our Father: “Well done, my good and faithful servant… Come, share your master’s joy.”
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Hoy se nos recuerda que cada uno de nosotros será llamado a dar cuenta de los dones que Dios nos ha dado (nuestros dones físicos, intelectuales y materiales), así como del don del tiempo mismo.
Jesús ilustra esta verdad en nuestro pasaje evangélico de Mateo. Cuenta la parábola de un hombre rico que está a punto de emprender un viaje. Antes de irse, el hombre llama a sus tres sirvientes para que “les confíen sus bienes”.
El amo en nuestra parábola entrega al cuidado de cada siervo una porción de su dinero (“talento”) proporcional a las habilidades de ese siervo. Los dos primeros resultan ser servidores buenos y fieles: “inmediatamente” ponen en práctica sus talentos, duplicando lo que se les había confiado. El tercer siervo reaccionó ante esta responsabilidad con miedo; de hecho, hizo todo lo contrario. Escondió el talento del maestro, enterrándolo bajo tierra. Tomó el camino seguro, el camino fácil.
¡Qué respuesta tan trágica!
Este siervo no entendía en absoluto a su amo. No se dio cuenta del privilegio que se le había concedido. El amo quería darles a todos sus sirvientes la alegría y la satisfacción de ayudarlo a hacer crecer su reino. Esto es lo que nuestro Padre Celestial también quiere para nosotros: el increíble privilegio de ayudar a promover la venida del Reino de Dios.
Abracemos el estilo de vida de mayordomía, utilizando todos los dones que se nos han confiado (Tiempo, Talento y Tesoro) de tal manera que al final de nuestra vida en esta tierra, escuchemos estas palabras de nuestro Padre: “Bien Hecho, mi buen y fiel siervo... Ven y comparte la alegría de tu señor”.
Wisdom is a central theme in our readings today. It is one of the seven gifts of the Holy Spirit, key to living the stewardship way of life in our complex world. As Christian stewards, we should rely on this gift and ask the Holy Spirit to increase it within us.
Jesus teaches the importance of wisdom in our Gospel passage from Matthew. He tells the parable of ten virgins awaiting the arrival of the bridegroom who will welcome them in to the wedding feast. Five of the virgins were foolish and five were wise. The foolish virgins failed to bring oil along with their lamps when they went to meet the bridegroom. The wise ones, however, had prepared and brought sufficient oil to keep their lamps lit when the bridegroom came. The foolish virgins, caught off guard, ran off to buy more oil, but they were too late. The door to the wedding feast was locked to them. Jesus cautions, “Therefore, stay awake, for you know neither the day nor the hour.”
The stewardship way of life — with its daily and weekly commitments to giving God the best of our Time, Talent, and Treasure — is the “oil” that we keep with us at all times. When we have this plan in place and we rely deeply on the Holy Spirit to guide us through the twists and turns of each day, we are free, we are ready to answer the Bridegroom when He calls us. We live in wisdom.
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La sabiduría es un tema central en nuestras lecturas de hoy. Es uno de los siete dones del Espíritu Santo, clave para vivir el estilo de vida de mayordomía en nuestro complejo mundo. Como corresponsables cristianos, debemos confiar en este don y pedirle al Espíritu Santo que lo aumente dentro de nosotros.
Jesús enseña la importancia de la sabiduría en nuestro pasaje evangélico de Mateo. Cuenta la parábola de diez vírgenes que esperan la llegada del novio que las recibirá en el banquete de bodas. Cinco de las vírgenes eran insensatas y cinco prudentes. Las vírgenes insensatas no trajeron aceite junto con sus lámparas cuando fueron al encuentro del novio. Las prudentes, sin embargo, habían preparado y traído suficiente aceite para mantener encendidas sus lámparas cuando llegara el novio. Las vírgenes insensatas, tomadas por sorpresa, salieron corriendo a comprar más aceite, pero ya era demasiado tarde. La puerta del banquete de bodas estaba cerrada para ellos. Jesús advierte: “Por tanto, estad despiertos, porque no sabéis ni el día ni la hora”.
El estilo de vida de mayordomía, con sus compromisos diarios y semanales de darle a Dios lo mejor de nuestro tiempo, talento y tesoro, es el “aceite” que mantenemos con nosotros en todo momento. Cuando tenemos este plan en marcha y confiamos profundamente en el Espíritu Santo para que nos guíe a través de los giros y vueltas de cada día, somos libres, estamos listos para responder al Novio cuando Él nos llame. Vivimos en sabiduría.
There is no question that Jesus had a way with words. The Word of the Lord is filled with what we are very familiar with in our society — soundbites if you will, which convey so much meaning. The last verses of today’s Gospel from St. Matthew contain one of those short statements which carry so much more meaning. Jesus says, “The greatest among you must be your servant. Whoever exalts himself will be humbled; but whoever humbles himself will be exalted.”
In those two sentences are found the key to a stewardship way of life, which revolve around service and humility. There is no question that these are powerful words. They reveal to us all that we need to understand to be a true disciple of Christ. In his letter to the Philippians St. Paul wrote, “Though He was in the form of God, He did not count equality with God a thing to be grasped, but emptied himself, by taking the form of a servant, being born in the likeness of men. And being found in human form, he humbled himself by becoming obedient to the point of death, even death on a cross.” (Phil. 2:5-8).
True humility will be ultimately exalted by God. Our society teaches us to strive to reach the top, but Jesus is reminding us that we need to regard others as more important than we are. We have two choices in life perhaps, to be self-exalters, or to be God-exalted. Is there any doubt as to what we as Christians should pursue?
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No hay duda de que Jesús tenía habilidad con las palabras. La Palabra del Señor está llena de aquello con lo que estamos muy familiarizados en nuestra sociedad: fragmentos de sonido, por así decirlo, que transmiten mucho significado. Los últimos versículos del Evangelio de hoy de San Mateo contienen una de esas breves declaraciones que tienen mucho más significado. Jesús dice: “El mayor entre vosotros debe ser vuestro servidor. El que se enaltece será humillado; pero el que se humilla será enaltecido”.
En esas dos frases se encuentra la clave para un estilo de vida de corresponsabilidad, que gira en torno al servicio y la humildad. No hay duda de que estas son palabras poderosas. Nos revelan todo lo que necesitamos entender para ser un verdadero discípulo de Cristo. En su carta a los Filipenses, San Pablo escribió: “Aunque tenía forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, naciendo en el semejanza de los hombres. Y al encontrarse en forma humana, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. (Filipenses 2:5-8).
La verdadera humildad será finalmente exaltada por Dios. Nuestra sociedad nos enseña a esforzarnos por llegar a la cima, pero Jesús nos recuerda que debemos considerar a los demás como más importantes que nosotros. Quizás tengamos dos opciones en la vida: ser exaltados nosotros mismos o ser exaltados por Dios. ¿Hay alguna duda sobre lo que nosotros como cristianos debemos perseguir?